a cada día más grande telaraña de negocios, intereses y complicidades de los barones mexicanos se extiende del duopolio televisivo a las tiendas de abonos chiquitos, de los equipos de futbol al sector financiero, de los bienes inmuebles a la telefonía celular y fija, del petróleo a la minería, de Los Pinos a San Lázaro y Paseo de la Reforma, sin olvidar al Poder Judicial, y, en fin, de Sonora a Yucatán, como promovía aquel viejo anuncio de sombreros Tardán.
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