Las balas que revolotean el concreto ensordecen a todos, incluso a aquellos que permitieron que el narco se enquistara en cada barrio de la ciudad de La Paz. La clase más sinvergüenza de nuestro territorio no tiene pena, tiene miedo; miedo de perder el poder, o no ganarlo y quedarse como el perro de las dos tortas. Los malos negocios y los acuerdos entre autoridades de los tres niveles de gobierno y las distintas células del narcotráfico hoy están dando sus frutos.
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