Los ejidatarios que viven en las inmediaciones de los cerros del oriente del Estado de México están solos en su lucha por preservar el entorno ecológico, seriamente dañado por las mineras que extraen tezontle y otros materiales pétreos de la zona para el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Las autoridades mexiquenses ignoran sus peticiones, mientras ellos respiran el tóxico polvo que desprende el tezontle, pierden sus ejidos y ven cómo algunos personeros del PRI también lo son de las empresas que explotan el subsuelo mexiquense.
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