
Arrecia la lluvia en Corcoesto y las botas de Moncho Varela son engullidas por el agua estancada frente a la boca de un pozo que los ingleses abandonaron en 1910, después de llevarse el oro que habían dejado siglos atrás los romanos. Desde entonces, esta parroquia del municipio coruñés de Cabana de Bergantiños ignoró aquel tesoro prácticamente expoliado y se dedicó a las labores del campo. Hasta que llegó la crisis y los especuladores financieros se acordaron del preciado metal, convertido ya en un valor refugio, como indica el incremento del precio de la onza en la Bolsa de Nueva York: en 2003 era de 322 dólares, ocho años después se había multiplicado por seis y hoy ronda los 1.640 dólares, unos 1.200 euros.
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