Canadá suele venderse ante el mundo como heredero de la tradición de libertad, fraternidad e igualdad de Francia. Es defensor, dice, de los derechos humanos, de la integración de los pueblos y del respeto por las minorías. En el mundo se tiene la idea de que es el “alma de Norteamérica”: Estados unidos puede ser una nación brutal, y lo demuestra cada lunes y martes; y México tiene gobiernos que maltratan a sus propios ciudadanos. Pero siempre “tendremos a Canadá”, se piensa, como hermano de alta calidad ética y moral, que predica con el ejemplo y antepone a los hombres frente a la ambición.
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